23 de febrero del 2003 Manifesto da dignidade, por Manuel Rivas

Mai Més, Sekula ez Berriro, Nunca Más, Nunca Máis
Antes que nada, un agradecimiento muy especial, un abrazo emocionado, a los universitarios de Extremadura accidentados al regreso de su trabajo como voluntarios en las costas gallegas. Gracias Madrid, gracias al pueblo de Madrid, que sabe responder tan generosamente a las causas justas.  Gracias a todas las gentes de los pueblos y naciones de España que estáis aquí cumpliendo lo que el poeta Joan Maragall llamó la llei del amor, la ley del amor. Gracias a los ciudadanos de Asturias, Cantabria y Euskadi, ellos mismos afectados, que han hecho propio el grito de Nunca Máis. Permitidnos ahora un agradecimiento expreso a los miles de mujeres y hombres voluntarios que han hecho un trabajo de valor incalculable, imposible de cuantificar en la frialdad burocrática de la Contabilidad del Estado, y que han compartido con los gallegos días de sacrificio y esperanza.
E gracias Galicia, galegas e galegos chegados da Terra e da diáspora. Si, gracias Galicia. Traemos aquí unha nova denominación de orixe: Cen por cento Dignidade.
Este es un acto de reivindicación, una movilización en defensa del mar, de sus gentes, y de la democracia. Pero es también un acto de  encuentro fraternal con el espíritu de que otro mundo es posible en muchas cosas. Con un renovado espíritu de ciudadanía. Nos mueve la voluntad responsable, la exigencia moral de decidir sobre los asuntos públicos que afectan a nuestra vida. Nuestro nunca máis  hoy, a principios siglo XXI, se hace extensible a los actos de inhumanidad. Es un nunca máis a la suspensión de las conciencias y a la producción del odio. Es un nunca máis al terrorismo que destroza vidas y convivencia. Es un nunca máis a la dictaduras y a los fanatismos. Es un nunca máis a los mandatarios poseídos por el ardor guerrero y un nuevo espíritu imperial. Es un nunca máis a la guerra. Un No a la guerra.
No es difícil enlazar todo esto con el Nunca Máis que nos convoca. Un nunca máis al tráfico de mercancías peligrosas gestionado con frecuencia con formas de capitalismo delicuente o especuladores sin escrúpulos. Estamos seguros que el grito de Galicia es compartido por toda la humanidad sensible. Nuestra demanda es una demanda de seguridad. De alta seguridad. La de proteger nuestros mares, nuestro paisaje, nuestro medio de vida, nuestro hogar. Muchos de los que se llaman conservadores deberían reflexionar sobre el significado etimológico de esa palabra y no favorecer políticas que abren paso a los verdaderos jinetes del Apocalipsis.  Pero, ¿pueden pilotar bien la Administración pública aquellos que no creen en la necesidad y la eficacia de los servicios públicos? Por el interés vital de proteger nuestro medio ambiente, el ecosistema marino, no se puede escatimar en dotaciones públicas para el salvamento, la prevención, la descontaminación y, dos cosas muy importante, fondos para ampliar la protección de espacios naturales y la investigación en nuestros centros y universidades.  Las Rías de Galicia son, a la vez, los huertos más preciosos y nuestras mejores fábricas, con alta rentabilidad social. Esas dotaciones siguen pendientes. Aunque sabemos hoy que Galicia cuenta con el mejor remolcador posible: ese remolcador es la sociedad gallega.  El Gobierno ha actuado tarde y mal y a rastras y cuanto se ha logrado ha sido gracias a ese remolcador popular, que ha ido por delante, tirando por la Administración.
Queremos hoy lanzar de nuevo una alerta. Después de las medidas efectistas tomadas para la vigilancia marítima tras el suceso del Prestige, se ha vuelto en la práctica a la situación anterior. Se ha bajado la guardia. Sólo en el mes de enero, 150 buques con mercancías peligrosas y más de quince años de antigüedad han atracado en puertos españoles. Nuestras costas continúan en primera línea de riesgo. Especialmente Galicia, con ese corredor atlántico por donde pasan miles de buques al año.
Así que no. No se ha acabado, no se ha zanjado, no se ha terminado el asunto, como sostiene el presidente del Gobierno. Usted, Aznar, recuerda a aquel rey llamado Canuto que ordenó la retirada del mar. Pero, ¡aquí está el mar! Es el primer manifestante en esta marea humana del nunca máis.
Y con el mar, con todas las cicatrices del mar gallego en nuestra piel, reclamamos que se pongan en marcha de una vez todos lo medios de prevención posibles, un verdadero protocolo de actuación urgente y los planes sectoriales imprescindibles en caso de catástrofe, un servicio de vigilancia permanente e inspecciones rigurosas. Reclamamos que de verdad se avance en una legislación marítima internacional para defender el mar frente a los lobbies. Reclamamos que la Xunta y el Estado español pongan todo su empeño en la creación de un espacio europeo de seguridad marítima. Reclamamos la ubicación en Galicia de la Agencia Europea de Seguridad Marítima, ese gesto mínimo ante la Deuda Histórica de Catástrofes, ocho en treinta años. Reclamamos que de forma imperativa y urgente la comunidad europea, siguiendo el ejemplo norteamericano después del siniestro del Exxon Valdez, desarrolle una normativa de responsabilidad medioambiental, de tolerancia cero, en la que no sólo el que contamina paga, sino que también paga el que se beneficia. Reclamamos algo muy importante  que se olvida con frecuencia: Una normativa laboral justa para evitar la explotación en la Marina Mercante y garantizar la cualificación de las tripulaciones.
Reclamamos una solución definitiva para el barco hundido que, como es sabido, sigue expulsando un mínimo de dos toneladas diarias. Ese pecio, en esas condiciones, es para Galicia y el Cantábrico un castigo. Pero cada día que pasa, es el testigo de cargo de la irresponsabilidad, un permanente informe dramático que denuncia el empecinamiento del  Gobierno sobre su actuación. Somos hospitalarios, pero no queremos convivir con el chapapote. Dígannos la verdad. Dígannos que va a ser un año duro. Que va a ser complicadísimo extraer el fuel. Pero pónganse ya a trabajar. No aplacen “sine die”. Convoquen a la comunidad internacional para afrontar el Prestige.  Esa es nuestra guerra. La guerra de la que este Gobierno escapa.
Reclamamos la limpieza completa del litoral y del mar. Que no se ofrezcan algunas playas como escaparate virtual. El gran desafío en estos momentos, cuando todavía sigue llegando fuel, es la limpieza de los fondos marinos.
Reclamamos que no se juegue a la “ruleta rusa” con las ayudas a los sectores afectados. Que se garanticen mientras se mantenga la amenaza del barco y la limpieza no sea completa. Y que se amplien a sectores que han quedado marginados, que lo están pasando muy mal, como muchos minoristas y pescaderas.
Reclamamos un verdadero Plan Galicia con plazos determinados  y asignación de recursos. Escuchen con atención: Non podemos confiar en vostedes. Sabemos que sólo si seguimos remolcando evitaremos que las promesas se las lleve el viento.
La confianza básica se rompió desde el momento que rechazaron sistemáticamente la apertura de una investigación. No serán creíbles mientras no permitan esa comisión de investigación en las Cortes del Estado. Y que se televise en directo. Está garantizada la máxima audiencia.
Esta es la Marcha da Dignidade. De entre las aves petroleadas, hemos rescatado el patrimonio más valioso de un pueblo. La libertad y la dignidad. Porque la contaminación tóxica también afecta al lenguaje y tenemos que proteger su sentido. Por ejemplo, el presidente de la Xunta ha implorado el respaldo del gobierno central para “retirarse con dignidad”. Pero nosotros consideramos que en política, en el servicio público, puede haber otra forma de entender la dignidad. La dignidad de saber marchar, la dignidad de dimitir.
Nunca Máis considera que expresa el sentir ciudadano al exigir, por higiene democrática, responsabilidades políticas en la penosa gestión ante la catástrofe deriva del Prestige, y no sólo en lo que se refiere a las decisiones tomadas ante el accidente sino por un cúmulo de actuaciones posteriores. La mayoría electoral no puede ser una patente de corso. Los votos no son para ocultar la realidad, sin reparar en la censura en los medios públicos. Los votos no son para avalar la incompetencia. Los votos no son para atacar o difamar o menospreciar a los ciudadanos cuando, en ejercicio de sus derechos, manifiestan sus críticas y sus demandas de una forma pacífica y ejemplar.
Todos hemos aprendido algo en estos meses duros. Pero algunos parece que no han aprendido nada, que son incapaces de cambiar de rumbo,  o que cuando lo hacen es, finalmente, para girar 360º grados, y volver al sitio donde estaban. Después de llevarnos, en la catástrofe, a uno de los peores  escenarios posibles, siguen diciendo que todo lo hicieron bien. Cada vez que habla Álvarez Cascos, ministro de Fomento, el mejor ministro de Fomento de España, según Fraga Iribarne, y el del Quinto Pino, según otras fuentes, cada vez que él se ratifica en todas las decisiones, un estremecimiento recorre la espina dorsal de Galicia: ¡Dios mio! ¿Volverían a hacer lo mismo?
El ministro de  Fomento, y ocasionalmente de Caza, no puede tener otra oportunidad para hacer lo mismo si se presentara la ocasión. Por eso, debería dar un paso adelante. Y se lo vamos a pedir en el código del mar: Delta, India, Mike, India, Sierra, India, Oscar, November: ¡Dimisión!
Sólo unas palabras sobre la plataforma Nunca Máis. Se ha hecho contra Nunca Máis, que es en primer lugar un movimiento de afectados, una campaña que debería figurar en la Historia Universal de la Infamia. Se ha tratado de ensuciar la conciencia libre de Galicia, se ha arrojado un vertido de chapapote inmoral sobre la sociedad gallega. Ese ha sido, por ahora, el broche a la gestión sobre el Prestige. El broche de una forma de gobernar fea , amenazante y extremista. ¿Qué sería hoy de Galicia si no hubiera habido una reacción ciudadana? ¿Con qué moral, con qué honra, afrontaríamos el futuro? ¿Qué pensaríamos de nosotros y qué estarían diciendo de nosotros? ¡Ah, pobriños, esa resignación gallega! No, algunos no han entendido nada. No han entendido la importancia del factor humano en una emergencia, la unión como una necesidad, el  valor de la participación y de la solidaridad como puertas a la esperanza. Y algunos, frente a las para ellos inesperadas protestas de Galicia, han perdido las formas y la compostura. No es que hayan perdido los estribos, es  que han perdido el jinete.
Nós non somos “perros que ladran su rencor en las esquinas”, señor Aznar. O único alento que hai detrás do Nunca Máis é o alento democrático. Teñen que asumir dunha vez que Galicia espertou, que xa non se cre contos para mantela durmida. Que Galicia xa non ten prezo. Teñen que entender que non somos un país de servos. Que queremos sacudirmonos de vez o nepotismo, o caciquismo e o clientelismo que teñen entangarañada á nosa terra, que atoran a súa prosperidade, creatividade e esperanza.  E a todo iso dicimos Adeus, Adiós,  Nunca Máis.
A liberdade ten o sabor salgado do mar.
La libertad sabe a mar.
Por el mar, por la paz, por la democracia, en un Madrid que sabe a mar, el 23 de febrero del 2003, ¡Nunca Máis!

Feb 23 2003

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